martes, 31 de agosto de 2010

Dejarse llover

                                                                                          "Upon us all a little rain must fall...”

Siempre quise escribirle a la lluvia. De hecho comencé a escribirle varias veces, pero nunca terminé los textos y un texto inconcluso al final no dice nada.

Hoy no pude evitarlo. El cielo de Buenos Aires venía amagando hace varios días con ponerse a llorar y este mediodía se decidió finalmente a abrir sus lagrimales. Yo estaba concentrado trabajando en la computadora a buen ritmo, pero de vez en cuando miraba hacia afuera y veía que el cielo estaba cada vez más cargado. De golpe vi que el ficus de la terraza dejaba de agitarse y me di cuenta que el diluvio era inminente. Lentamente fui girando mi silla hacia la terraza y me acomodé como en un cine, mirando hipnotizado cómo las primeras gotas empezaban a teñir la madera del deck de un color más oscuro y escuchando los truenos que se filtraban por cada recoveco del barrio. También mi perro que estaba acostado (sí, tengo un perro hace 4 días. Lo encontré perdido en medio del campo y me lo traje. Es un cachorrón de Labrador de 8 meses. Nunca tuve un perro tan civilizado. Se llama Thelonius) se sentó al lado mío y se quedó contemplando la lluvia inmóvil, con esa mirada de sabiduría milenaria perruna. A medida que la intensidad de las gotas aumentaba y comenzaba a escucharse más claramente el sonido del impacto contra el suelo nos fuimos quedando más y más absortos. Enjambre de gotas seductoras, tan iguales y distintas entre sí como la misma lluvia. Abrí el ventanal para dejar que el olor a ciudad mojada entre en la casa y sentí el aire húmedo y frío, escuché el ruido adormecido del tráfico y de los pasos apurados de la gente bajo gamulanes, paraguas y diarios en la cabeza, me pareció ver los ojos cansados de un tachero inclinado sobre el volante mirando al cielo y puteando en voz baja por su auto recién lavado. Estiré el brazo y me mojé la cara con la mano empapada. Fui feliz.

Cuando vivía en Lima solía imaginarme que caía una lluvia fuerte, que golpeaba implacable contra las paredes, techos y calles y las frotaba, que se llevaba el polvo y la suciedad acumulados bien lejos y le sacaba brillo a esa ciudad gris. Pero en Lima no llueve y la lluvia fue una de las cosas que más extrañé. Ahora que puedo la disfruto más que antes y trato de comprender (o dejarme llevar por) el significado oculto que tiene, esa atracción tan instintiva que siento por ella cuando las condiciones me permiten disfrutarla. Hay algo parecido a una mezcla de temor, respeto, admiración y tranquilidad. Es como si las sensaciones que tuvieron los primeros humanos que vieron caer agua del cielo estuvieran todavía latentes en algún lugar de nuestro inconsciente, y se activaran cuando nos tomamos un momento para observarla y sentirla. 

En uno de esos textos sin terminar leo: “me siento bien cuando llueve, melancólicamente feliz”. Así es exactamente como me sentí este mediodía.

Me despido dejándoles una perfecta canción que al mismo tiempo es una perfecta poesía (o al revés), en mi opinión el mejor tema de Zeppelin y más allá también. “The Rain Song” es una oda a la lluvia y a su gran metáfora, y es además un canto al amor y a la vida. Les dejo también un link a las letras en inglés y en español.

Mis amigos y desconocidos, será hasta la próxima.

(si la canción no carga bien dénle actualizar o F5 para que vuelva a cargar)


Letra en inglés: The Rain Song
Traducción al español: La Canción de la Lluvia

viernes, 23 de julio de 2010

El espacio musical (y Animal Collective)

La noche del domingo pasado me di cuenta que estaba inquieto. Me encontré frente a esa sensación de no sentirme cómodo en ningún lugar de la casa, de no estar seguro de tener hambre, sed, frío o calor, sueño, ganas de salir a correr o mirar televisión. Un domingo a la noche, y sobre todo si durante el día dormí mucho y no hice casi nada, suele ser propicio para este tipo de cosas. Ansiedad. El día estaba perdido. Necesitaba algo para serenarme o más bien para detener mi desborde de sensaciones. Me acurruqué en el puf al lado de la estufa y me quedé ahí tirado sin saber qué hacer.

De golpe lo vi clarísimo: un bálsamo musical pero al mismo tiempo estimulante, capaz de encausar mis sensaciones hacia algún lugar concreto (aunque fuera imaginario).

Me acomodé en el sillón y me puse los auriculares grandes para tener un buen sonido, pero cuando estaba por darle play me di cuenta que algo andaba mal: a mi alrededor los objetos no estaban preparados para la ceremonia, para el proceso de escuchar. La noche anterior habían venido mis amigos y vi los vasos y platos que estaban apilados en la cocina sin lavar. Lavé todo lo que estaba sucio, saqué la basura, acomodé las sillas, guardé un par de zapatillas en el ropero y colgué camisas y camperas. Apagué algunas luces, cerré un poco las cortinas y con el departamento casi a oscuras me acomodé de nuevo en el sillón. Antes de ponerme a escuchar necesitaba prepararme y recién entonces me pude disponer a sentir la música de Animal Collective sin interrupciones.

Con esto quiero decir que el ambiente condiciona mucho la música y la manera de percibirla (sobre todo a bandas como ésta), y saber manejarlo es una parte importante de todo el ritual, como una especie de Feng Shui musical. Animal Collective no es una banda fácil de escuchar porque además de ser musicalmente compleja puede resultar tan abrumadora que hace falta (o al menos a mí me gusta así) tomar algunos recaudos antes de hacerla sonar. Puedo estar loco, pero si no estoy cómodo con lo que me rodea no puedo disfrutarla plenamente y siento que me pierdo de mucho. Es como comer un plato delicioso y tener a alguien fumando al lado, o tocar la mejor guitarra del mundo con las cuerdas oxidadas.

Creo que para escuchar cierto tipo de música hace falta tener una predisposición para abordarla, una cierta proactividad hacia ella. No podemos esperar que la música nos cautive si no ponemos nada de nuestra parte y esto implica desde una apertura mental para escuchar (y sentir) cosas nuevas, hasta temas prácticos como tener un buen sonido o estar cómodo con el ambiente. Esta apertura o proactividad es uno de los dos ejes fundamentales para que la música evolucione: además de artistas creativos que se atrevan a romper con los paradigmas musicales de cada momento, hacen falta personas que estén dispuestos a abrirse para escucharlos.

Anecdóticamente, esa noche de domingo que venía barranca abajo me quedé en la misma posición por más de una hora y media poseído por la maravillosa música que hace esta banda de 4 genios, deleitándome con la variedad de sonidos, ritmos, climas. Escuché dos discos enteros; dos discos bien pensados, con temas que fluyen uno tras otro y mantienen una clara identidad de principio a fin: Feels (el tema Bees lo escuché 2 veces -es demasiado perfecto como para dejarlo pasar de una-) y luego Merriweather Post Pavilion, su último disco. Cuando terminé me sentí tranquilo: mi domingo no estaba perdido.

En el 2008 tocaron gratis en Lima una semana después de pasar por BA. Hice 2 horas de cola y a 20 metros de la puerta no dejaron entrar más gente…

Los dejo con dos temas de Animal Collective, uno de cada uno de los discos que mencioné. Si no conocen a esta banda les sugiero (y es sólo una tímida sugerencia) que se consigan un buen sonido (fundamental siempre, y si escuchan desde la computadora traten de usar headphones) y que no se apresuren en ponerle etiquetas a esta música casi inclasificable (aclaración: "música de mierda" también es una etiqueta, y creo que de las más inapropiadas).

Amigos y desconocidos, espero lo disfruten:

(si la playlist no carga bien dénle actualizar o F5 para que vuelva a cargar)


http://animalcollective.org/

sábado, 20 de marzo de 2010

Screaming Headless Torsos


Creo que la buena música es aquella que logra llegar al exclusivo lugar donde sólo acceden las cosas que conmueven.

Algunas bandas, artistas o géneros tienen la característica de hacerse desear mucho. Es a las que a veces, muy equivocadamente, denominamos "de gusto adquirido". Estas bandas nos gustan en realidad desde el principio, sólo que nos cuesta darnos cuenta. Sino no se explica porqué seguimos insistiendo en escucharlas. En esa música hay algo que no se entiende o no se puede conquistar, hasta que finalmente te atrapa. En mi caso puedo pensar en el Jazz como un ejemplo de esto.

Otras bandas tienen un estilo que nos va envolviendo de a poco, que seduce lentamente y nos conduce por caminos alternativos del goce musical hasta que de pronto llega a ese lugar, y ahí es cuando decimos "ah...esto es muy bueno". El recorrido hasta allí se disfruta mucho, pero el clímax recién se alcanza cuando te das cuenta de la magnitud de lo que estás escuchando.

Pero también existen (por suerte) las bandas que se ahorran todo discurso previo, toda histeria y falsa modestia y van directo al grano. Con estas bandas hay que tener cuidado porque nos pueden explotar en la cara como una bomba. Siempre hay que estar preparado, tener fe y andar con la esperanza de encontrarlas a la vuelta de la esquina. Porque cuando se nos ponen en frente hay que abrir la cabeza y disfrutarlas al máximo.

Screaming Headless Torsos es una de estas bandas. El cabrón de Dave Fiuczynski te mira a la cara y sin ningún aviso saca un garrote y te parte la cabeza. Así de simple. Recuerdo perfectamente una noche de estudio hace muchos años, 2002 si no me equivoco, mientras escuchaba un programa de radio de Fabián Couto que se llamaba "acariciando el filo de la noche", el tipo pronunció este nombre largo y raro y puso uno de sus temas. Nunca me avisó lo que iba a venir y yo quedé shockeado y no pude seguir estudiando. Al poco tiempo los fui a ver por primera vez y fue un show alucinante.

Ayer, después de 8 años, volvieron a Buenos Aires y tocaron a 8 cuadras de casa. Ahí estuve con mi amigo La Tortuga, que vino por mi recomendación y quedó agradecido. Dos horas de una presentación implacable.

Siempre salgo de este tipo de recitales inmensamente alegre, lleno de energía y con la certeza de que acabo de ver una obra maestra reservada para unos pocos. Pero al mismo tiempo no puedo evitar sentirme un poco abrumado por la exquisitez de lo que acabo de escuchar, por el dominio perfecto de un instrumento al que yo trato de manejar hace 16 años. En otras palabras, me convenzo una vez más de que soy un pésimo guitarrista y cuando llego a casa y miro mis guitarras casi les pido perdón de rodillas.

Armé una breve playlist de 2 temas: el primero es un tema más fácil de escuchar, uno de sus ‘clásicos’ si es que así puede llamarse a una canción conocida de una banda poco conocida. El segundo es un tema engañoso y muy peligroso. Déjense llevar por la increíble voz de Dean Bowman, un verdadero maestro del canto, y atenti al solo desquiciado de Fiuczynski que arranca en el minuto 3:38. Parece decir “mi guitarra ya no me alcanza para transmitir todo lo que siento”. Estoy seguro de que después de grabarlo la partió a golpes contra el piso. Yo al menos hubiera hecho eso.

Para ustedes, mis amigos y desconocidos, Screaming Headless Torsos. Y no digan que no les avisé.

(si la playlist no carga bien dénle actualizar o F5 para que vuelva a cargar)


http://www.torsos.com/